viernes, 17 de junio de 2016

"LOS GRISES". Diana Ferenczi

Teresa Clara Úcar.
Nacida el 3 de octubre de 1952.
Arrabal, Zaragoza.

En esa época, yo era una de las pocas privilegiadas que vivían medianamente bien, me podía permitir comprar ropa y comida, aunque luego fue a peor.

La única vez que realmente pase miedo de verdad fue un día de 1973. Hacía 6 ó 7 meses que acababa de dar a luz a mi hija, Carmina y como se acercaba el buen tiempo, decidí ir a comprarle un vestido.

Fui al Paseo Independencia con mi hija, y me acuerdo de que le compré un precioso vestido blanco con detalles en rojo en el centro comercial SEPU (las siglas de Sociedad Española de Precios Únicos). Al salir del centro, me di cuenta de que en la calle se celebraba una manifestación.

Vi cómo corría la gente de un lado para otro, y cómo los grises (policías a los que llamábamos así porque su vestimenta era de ese color), les seguían corriendo y les pegaban con porras, a todos, no importaba si eran niños o niñas, mujeres, hombres o ancianos, todos recibían tantos golpes como aguantara su cuerpo.

Yo había ido antes a manifestaciones, la diferencia es que yo acudía sola, y si me pegaban, sólo me pegaban a mí, pero esta vez llevaba a mi hija de tan sólo unos meses en los brazos.

Se me acercó uno de los grises y me ordenó que corriera, con la intención de que cuando yo saliera corriendo, poder perseguirme y pegarme, a mí, y a mi hija. Le dije que no. Abracé a Carmina entre mis brazos con todas mis fuerzas, intentando protegerla, por miedo a que pudieran hacerle daño. El policía me volvió a ordenar que corriera, pero no lo hice. Y como no salí corriendo como el resto de las personas que se encontraban en la manifestación, no me pudo golpear.

Pasé muchísimo miedo, realmente estaba aterrada, porque si me hubiera marchado corriendo,  a mí me hubieran pegado una paliza, pero a mi hija, a mi hija con un sólo golpe, la hubieran matado.

También recuerdo que por esos días, los militares y policías nos exigían que les diéramos nuestro cultivo, nos pedían tanto de cada cosa que teníamos. Cuando llegaron una de las veces que venían, les dimos todo lo que nos habían pedido. Lo metieron en una furgoneta, y además, se llevaron a todos los hombres que había allí, junto a la maestra de la escuela.

No los volví a ver, pero sé que ese mismo día, 40 hijos e hijas, se quedaron sin padre.

Tanto yo como mi familia tuvimos mucha suerte de no sufrir esas tragedias, pero nos tocaron otras diferentes.

Diana Ferenczi 4ºB









 







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