martes, 7 de junio de 2016

"UNA SEÑAL". Covadonga de Barutell


Félix Rubén García Carrasco
Nació un 2 de mayo de 1914 en Minaya, Albacete.       
Falleció en Zaragoza el día 16 de marzo del 2002 con 88 años.



Recuerdo que me destinaron a Cartagena con graduación de Sargento un año antes de estallar la Guerra Civil en 1936. Poco tardó el bando republicano en tomar esta ciudad pero seguramente lo que más me llamó la atención fue la presencia de mujeres entre todos los demás soldados apuntando hacia nosotros formando parte de la unidad, como si de hombres se trataran.
Nos capturaron a la fuerza y nos metieron en un tren, en vagones agobiantes donde lo único que te ayudaba a respirar eran dos pequeñas ventanas que también acababan con la completa oscuridad de éste. Nosotros sabíamos perfectamente a lo que íbamos, no simplemente habíamos sido reclutados para luchar en la toma de Madrid con los republicanos, sino que ya sabíamos que seríamos colocados en las primeras líneas del pelotón en el frente para actuar como simples escudos humanos, una muerte segura. Pero en ese momento, tras esas ventanas pude observar mi pueblo de lejos, Minaya, estábamos en Albacete.

Yo sabía que iba a morir, todos lo sabíamos, y aunque nos ayudaron, pocos fuimos los que nos arriesgamos. Empujamos fuerte contra la puerta del vagón hasta conseguir abrirla, ahora o nunca pensamos, pero solo unos diez de nosotros saltamos y caímos rodando aunque poco tardamos en incorporarnos y correr.


Llegué a Minaya, mi pueblo, donde me sentí más seguro que en ningún lugar en esos momentos. Corrí a mi casa donde me encontraría con mi madre, Joaquina Carrasco Navarra, que sorprendida al verme y al escucharme entendió que debía esconderme ahí.
Junto a mi padre, Eduardo García Alarcón, tapiaron el hueco que había debajo de aquella escalera en la planta baja de lo que fue mi casa antes de la guerra. Y ahí estuve, durante años escondido con un simple ladrillo como método de comunicación con el resto de mi casa. A través de éste, mi madre me pasaba la comida, la ropa… y a través de ese hueco me hacía compañía.
Sinceramente, no tengo muchos recuerdos ahí dentro, mi familia evitaba cualquier encuentro dentro de casa para evitar preguntas o sospechas.
Lo que si que recuerdo fue el momento en el que mi madre se acercó al muro y no paraba de decir: ¡Rubén, la guerra ha terminado, sal de ahí y dame un abrazo¡… Pero yo lo único que tenía era miedo, no podía salir…”¿y si vuelven?, ¿y si están esperando a esto, a que salgamos?, ¿qué será de los demás que huyeron conmigo?, ¿estarán escondidos, habrán salido o simplemente ya les capturaron?”...no podía salir por mucho que mi madre me rogara.
 Siempre fui muy devoto a la Virgen del Carmen, debido al internado religioso valenciano en el que pasé cuatro años de mi infancia junto a mi hermano mayor, así que no tenía nada que perder. “Por favor, si es verdad que la guerra ya terminó mándame una señal” le dije, solo me quedaba esperar.
Quizás dos, o igual tres meses después, yo seguía en mi escondite, en ese momento durmiendo, cuando note como alguien me daba un bofetón. Me desperté deprisa, no había nadie, lógico, el muro seguía separándome del resto de la casa y aquel ladrillo que me ayudó durante tanto tiempo a aguantar ahí dentro seguía intacto en su sitio. Entonces otra vez, ya dormido, sentí la misma sensación pero al despertar me encontré con la misma situación anterior. Lo sentí, era mi señal.
Nunca olvidaré la cara de mi madre cuando después de derribar el muro y ahogarme a abrazos me vio por primera vez en, casi tres años de guerra y medio, desayunar con ella.
Durante la posguerra me casé con Amparo Jiménez Toledo y tuve 2 hijos y 3 hijas, una de ellas llamada Carmen en honor a aquella Virgen que me protegió durante mis peores años. Cuando ellos aún eran pequeños emigramos a Zaragoza donde me convertí en ebanista y en administrador de fincas. Sinceramente después de la guerra no pasé mucha hambre, gracias a dios mi familia poseía tierras y cultivos con los que alimentarnos o comerciar…


Este relato e información la he conseguido gracias a mi abuela y de mi madre ya que Rubén García Carrasco se trataba de mi bisabuelo materno. Según ellas, esta historia la habían escuchado tantas veces que no les sorprendía acordarse de todos los detalles sin ningún problema. 
COVADONGA DE BARUTELL 4ºB



Fotografía tomada en Cartagena, durante los pocos meses que permaneció como Sargento.












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