miércoles, 8 de junio de 2016

"DESGRACIA EN EL BANDO NACIONAL". Olivia Magaña




Pilar Morillo Vidaller
15 de Enero de 1935, Berbegal (Huesca)



“Vivíamos en la zona de biescas, recuerdo que la guerra era entre rojos y nacionales, nosotros pertenecíamos al bando de los nacionales.
Nunca se sabía con certeza si los aviones que pasaban eran de un bando u otro así que huíamos fuera quien fuera.
Teníamos dos tíos que eran rojos así que un día que huíamos colocaron una R de “rojos” en  la puerta para que estos no desvalijaran la casa que era lo que solían hacer, pero resulta que en vez de entrar los rojos entraron los nacionales.
Eso era la guerra hija mía. 

Mi padre era guardia civil y cuando entraron los rojos en el pueblo les obligaron a entregar las armas amenazándoles con la muerte, así que las entregaron, pero más tarde llegaron los nacionales y como un guardia civil no podía entregar sus armas le enviaron a un campo de concentración en Burgos.
Cuando mi madre se enteró de esto, enseguida se puso a trabajar en la casa de unos señores que tenían contactos y consiguió que mi padre saliera del campo de concentración para ir a una cárcel donde le condenaron  4 años y 1 día pero ese día nunca terminaba.
Me acuerdo que a mí me dejaban pasar en la cárcel y yo le llevaba plátanos, él se los escondía en la ropa, se los comía y tiraba la piel al suelo, esa piel se la comían los otros prisioneros del hambre que tenían.
Mi madre se llevaba la ropa de aquellos presos que podían pagarle para lavarla a cambio de una peseta, entre ellos uno que más tarde se enamoro de mi prima.
No me olvido de la imagen de mi madre calentando el agua y metiendo las ropas en ella, todos los piojos salían corriendo.
Más tarde el preso que mantenía una historia de amor con mi prima, salió de la cárcel, estábamos viviendo la posguerra, él falsificó un carné de conducir y empezó a trabajar repartiendo el azúcar pero en vez de repartirlo honestamente, cambiaba el azúcar por sal para poder comer algo decente.

Había hambre.
Teníamos una cartilla de racionamiento, por cada cupón que te quitaban era un alimento menos.
Entonces iba mi madre y cuando moría una persona me cogía de la mano y me llevaba hasta su velatorio, en su casa, yo me quedaba aterrorizada viendo el cadáver mientras mi madre pagaba por su cartilla de racionamiento para luego aprovecharnos de ella ya sea comiendo o vendiéndola para obtener más dinero y poder comer en condiciones.

Recuerdo a la Pasionaria y los rumores que se extendían sobre ella.  Se decía que estaba con muchos hombres y después de acostarse con ellos les quemaba los testículos...

OLIVIA MAGAÑA 4ºA 











































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