jueves, 9 de junio de 2016

"SIEMPRE HAY UNA SALIDA". María Morales

Rosa María Gil Serrano
16 de septiembre de 1938

Trasobares, Zaragoza


Nací en una época donde no sabía toda la desgracia que me iba a tocar vivir a mi familia y a mí. Viví con mis padres hasta la edad de siete años, entonces tuve que irme con mi abuela y mis dos hermanas ya que a mi padre unos años antes le destinaron al servicio militar, y mi madre poco después se tuvo que ir  a trabajar  a la ciudad donde yo no podía verla ni ella mantenernos por la escasez de dinero.
Recuerdo el miedo que sentíamos cada vez que escuchábamos el sonido de los aviones, nos mirábamos las cuatro con cara de desesperación, no sabíamos que iba a pasar esta vez. Corriendo bajábamos a la bodega donde guardábamos el agua fría, mi abuela cogía una llave que dejaba siempre escondida detrás de los botes de aceite, entonces ella siendo la última en llegar, cerraba la puerta, nos abrazaba y allí permanecíamos hasta que el sonido desaparecía.
No era lo peor que tuvimos que vivir, no teníamos apenas comida y lo poco que teníamos era aceite y huevos que teníamos que comprarlos a un alto precio e irnos a otros pueblos lejanos de Trasobares para conseguirlos. Muchas de nuestras comidas eran difíciles de creer, mi abuela nos empapaba una servilleta de aceite y teníamos que hacernos a la idea de que eso era lo mejor que podíamos conseguir. Cada noche nuestra preocupación era cenar antes de que desapareciera el Sol, porque como ya he dicho antes nuestra escasez de dinero no nos permitía tener luz en casa, entonces solo gozábamos de la luz natural.
Al tener más edad, mis hermanas y yo madrugábamos para ir a la ciudad, ya que no pudimos ir al colegio. Empezamos a trabajar jóvenes donde ahí conseguimos ganar algo de dinero, cosiendo, así podíamos llevar a casa algo de comida. A los pocos meses mi abuela enfermó, entonces siendo yo la más mayor tuve que hacerme cargo de ella y dejar mi trabajo. Una de mis hermanas decidió quedarse en la ciudad y seguir su vida allí.
Al año falleció mi abuela ya que no teníamos los suficientes recursos para darle la higiene que necesitaba debido a su enfermedad.
Fue una dura pérdida ya que lo poco que tenía lo dio por nosotras. Recodaré siempre las palabras que me dijo cuando era más niña: “No penséis que no tenéis salida de aquí porque yo no la haya tenido, llegará el día en el que podáis vivir sin pasar ningún tipo de miedo y poder tener todo aquello que nos está faltando ahora”.
Me casé con Ezequiel Dorda y tuvimos dos hijos a los que pudimos darles todo lo que yo siempre había soñado cuando yo era niña.

MARÍA MORALES 4ºA


































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