viernes, 17 de junio de 2016

"LA GUERRA EN TRASOBARES". Alberto Cirera



Gloria Gil Urbano
07/04/1928
Trasobares, Zaragoza

Mis primeros recuerdos me transportan 76 años atrás, con diez u once años, recién terminada la guerra. Pero la vida no mejoraba, como nos prometían, y la guerra, aunque nos dijesen que había terminado, seguía en curso.

Nuestra familia era una familia con suerte, ya que al menos mi padre tenía una tienda. Mi padre, dos veces por semana, con un autobús y un tren, bajaba a Zaragoza a comprar productos para mantenerla. Aún así, como era típico en aquella época, había mucha escasez y pasábamos mucho apuro.

Al colegio sólo podía ir la mitad de los días, y eso con suerte, porque teníamos que trabajar y ayudar a la familia. Por las mañanas te enseñaban un poco a leer y a escribir, y por las tardes, a las chicas nos enseñaban a hacer la labor (coser y hacer medias).

Ángel, mi futuro marido, solo fue hasta los 9 años al colegio, ya que enseguida tuvo que hacer de pastor y cuidar del ganado. Había chicos mayores de 14 años, a los que les enseñaban por la noche, eso sí, solo chicos, las chicas no teníamos nada que aprender, solo a cuidar de la familia.

Muchos días tuve que ayudar a hacer carbón vegetal de los chaparros que había en el campo, que guardábamos en una bodega por la humedad, y más tarde nos íbamos hasta pueblos vecinos a venderlo.

Íbamos al río para coger agua y para lavar, para ir al baño íbamos a los corrales, y con los 2 hornos que había en el pueblo cada uno hacía su pan que tenía que durar 8 días.

Aparte del pan, recuerdo que siempre teníamos la misma comida: migas por la mañana (normalmente acompañadas de olivas), comíamos a base de patatas y cenábamos judías. Alguna vez alguno de los cazadores del pueblo traía alguna perdiz, o algún conejo.

En el pueblo, está claro que todo empeoró mucho con la llegada de los falangistas, había muchísima opresión y te denunciaban por todo. Tenías que esconder el trigo si no querías que te lo quitasen, y apenas traían algún alimento al mes para repartir, todo muy escaso. Estaba claro que así no se podía vivir. Todo el mundo les tenía mucho miedo, pero escondía comida si quería sobrevivir.

Lo peor fueron los asesinatos...

Empezaron llevándose a 3 personas, por sospechas de que ayudaban a los maquis, y a los tres los mataron. Luego mataron al alcalde y a su hermano, por ser republicanos. De esto último me acuerdo muy bien, ya que el alcalde tenía con su mujer nueve hijos, y salió la madre de los hijos a suplicar por la vida de su marido, con los niños en brazos, en medio de la plaza, aunque yo creo que solo consiguió que lo mataran antes.

El maestro de la escuela era rojo, y huyó a tiempo, así que los falangistas rebuscaron en su casa y encontraron un libro revolucionario debajo de la almohada, y frustrados, raparon el pelo a la mujer del maestro y la humillaron haciéndola pasearse así por todo el pueblo.

Recuerdo, que Ángel, un día, cuando estaba cuidando de sus pastos, se encontró a un maquis, y éste le pidió comida desesperado. Le dio un casco de pan, y siguió con su paseo.

Al día siguiente, alguien capturó al pobre hombre, y lo cogieron los falangistas. Fue la única muerte que vi con mis propios ojos, en medio del pueblo. Aplicaron lo que se denominaba la “ley de fugas”, es decir, por la noche, le dijeron que podía irse, y en que se dio la vuelta para marcharse le dispararon un tiro en la espalda, más tarde alegando que intentaba huir.

Es cierto que al ser un pueblo escondido, la guerra y las posguerra se vivieron de otro modo, pero aún así no era un pueblo tan pequeño como lo es ahora (antes de 1000 habitantes y ahora de 50), y la escasez y el apuro nos llegaron de todos modos.

Alberto Cirera 4ºB





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