Hasta 1936, mis abuelos Daniela y Manuel vivieron
en España, pasaban algunas penurias, pero nada diferente al resto de las
personas de la época. Ninguno de los dos tenían estudios, Manuel sí que fue a
la escuela pero con 10 años tuvo que ayudar a su familia para conseguir algo de
dinero, lo peor no fueron los destrozos en las casas, sino en los campos que
era de donde la mayoría de la gente sacaba la comida.
En ese año comenzó la Guerra Civil, ellos eran
republicanos y no tuvieron participación alguna en la guerra, pero el hambre y
el sufrimiento que ellos y sus familiares pasaron no es comparable con nada. Mi
abuelo era el que menos alimentos tomaba, siempre que conseguía algo de dinero
o comida, era para mi abuela, que aunque lo aceptaba, sentía como él lo pasaba
realmente mal.
En febrero de 1938, con un par de mudas y con la
ropa que llevaban puesta, sin poder económico alguno, tuvieron que marcharse
del país, exiliados, en busca de la tranquilidad ya que con la dictadura nadie
se la podía asegurar.
Terminaron viviendo en Paris, donde mi abuelo trabajó
para ganar algo de dinero y mi abuela se quedaba en casa con las tareas del
hogar, una casa pequeña en un barrio humilde de Paris donde coincidieron con
decenas de familias que corrieron la misma suerte que ellos.
Llegó el año 1945, ellos no veían la posibilidad de
volver a su país, donde tenían su vida, su ganado, sus amigos… Pero Francisco Franco
concedió una amnistía a todos los españoles que no tuvieran delitos de sangre y
pudieron regresar del exilio.
Se instalaron en Zaragoza, no muy lejos de la zona de
mayor actividad comercial,. Desde el año de su regreso en adelante, intentaron
pasar desapercibidos en el régimen franquista, ellos me hablaban del apoyo y el
poder que la Iglesia católica tenía con Franco.
Algo que mi abuela nos contó fue la historia de unos amigos que hicieron en
Paris, también exiliados de España, éstos se instalaron en Zaragoza igual que
ellos pero fueron encarcelados y fusilados por un motivo que ni ellos mismos
descubrieron.
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