Oliva Toledo Morón
23 de Noviembre 1933
Jeréz de la Frontera
Recuerdo que mis
padres y yo tuvimos que marcharnos de Orbera, pueblo en el que vivíamos,
para irnos a Cataluña porque iba a nacer mi hermana Azucena y mi hermano
Rogelio y de allí tuvimos que emigrar a
Francia.
Allí capturaron a mi Manolo, mi padre, y se lo
llevaron a un campo de refugiados solamente de hombres, mientras que yo me quedé con mi madre y mis hermanos en un
refugio en el que estábamos muchas mujeres juntas con sus hijos, había camas,
estufas grandes para calentarnos y dos veces al día nos traían la comida hecha
y nos la repartían. La comida era escasa
por lo que de vez en cuando yo y mi hermano nos marchábamos a un canal en el
que al otro lado pasaban los militares, que nos ofrecían trozos de pan y mi
hermano mayor que yo, saltaba para cogerlos. También recuerdo que descubrimos
que había un melocotonero cerca del refugio y para ir teníamos que saltar una
acequia.
Yo, con mi madre y mis hermanos íbamos de vez en
cuando a ver a mi padre pero no podíamos
verlo a más de 5
metros porque había una alambrada que nos separaba.
Cuando mi padre salió del campo, pasada la guerra, le dieron dos opciones y una
era volver a España y la otra que si no iba a España lo llevarían a una ciudad
en la que se llevaban a los niños y los separaban de sus padres y el respondió,
“como no he podido disfrutar de mis
hijos y mi mujer quiero estar con ellos en España”.
Volvimos al pueblo y recuerdo los abrazos reconfortantes de mis
abuelos y estuvimos viviendo unos meses en Orbera con ellos. Mi madre tenía una
hermana en Jerez y marchamos allí y a los seis o siete meses vino la guardia
civil a nuestra casa y se llevó preso a mi padre porque una persona le había
acusado de romper los santos de la iglesia y la instalación del pueblo.
Llegó el día en el que todos los presos se
confesaban y mi padre no quiso hacerlo y el padre Don Rafael Calderón llamó a mi padre para
preguntar porque no lo había hecho y lo único que dijo fue “yo estoy aquí sin motivo,
mientras mi familia no tiene recursos para sobrevivir y aún así, consiguen de
vez en cuando traerme comida”.
A los días de hablar con él , el cura llamó a mi
padre y le dijo que iba a entrar en la cocina y que su mujer no va a tener que
traerle más comida. A los dos o tres meses cuando llego el juició, la
persona que le acusó no se presentó por
lo que mi padre lo ganó y volvió de nuevo a casa.
MARTA MORENO
4ºA
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