Corrían los 32 cuando nací, hijo de una ama de
casa, como casi todas las mujeres de esa época, y de un humilde trabajador del
cine Victoria proyectando películas (hay un libro sobre los cines de esa época
de Amparo Martinez Herranz titulado; “Los cines en Zaragoza 1896-1932” .
Hecha esta pequeña
introducción, pasaré a hablarte de cÓmo viví la Guerra Civil de
España (1936-1939), aunque la presencié muy joven, cuando empezó tenía 4 años,
¡Fíjate lo que ha llovido desde esa época que ahora tengo 84, que se dice
pronto! pero hay cosas que se te quedan en la retina para toda la vida, más aún
en época de hambre y desolación.
Lo primero que se me viene a la cabeza cuando oigo La Guerra Civil es oír
las alarmas de una pequeña Zaragoza, ni punto de comparación con la extensión
de la actual, colocadas en varios puntos. La que nosotros oíamos era la más
cercana, situada en el ayuntamiento que te alertaba de que iba a haber
bombardeos sobre la ciudad. Nosotros nos escondíamos en el sótano del céntrico
edificio que habitábamos. Mi familia, que vivía alquilada en la planta baja
tenía más cerca el sótano, no como el dueño del edificio, que vivía en la
tercera planta, por encima incluso de otra familia en situación de alquiler
como nosotros.
Poneros en situación, ¿Cómo le dices a tu hermano
pequeño que vaya al tragaluz porque van a caer bombas por la calle? Yo era el más pequeño de la familia,
por lo que trataban de contarme de otra manera todo este tema, y más bien me
decía mi hermana mayor, Josefina, que viniera a jugar al sótano… ¿Mamá quÉ es
lo que se oye a fuera? Una de las tantas preguntas sin respuesta de esta guerra.
Otro tema primordial era la comida, que estaba
racionalizada, pero eso lo sé yo y lo sabe toda España. Había una tienda de ultramarinos cerca de mi casa donde íbamos a comprar la comida, a mi madre y
todas las vecinas se les dejaba una cartilla donde se iba apuntando lo que
podían coger cada día. Gerardo Vela, un hombre muy cordial y serio era el
dueño de esta tienda y les pasaba la factura a final de mes. Recuerdo oír como
a principios de mes cuando llegaba mi padre con el dinero que había cobrado de
su trabajo, que en esa época ganaba unas 100 pesetas, lo primero que decía mi
madre; “¡Esto para Gerardo Vela!”, también me acuerdo de cómo había 4 barras de
pan gratis para cada familia, 4 en nuestro caso porque éramos 4 en nuestra
familia, pero 4 pequeñas barras de pan de espelta y algo de gachas con harina,
las que había que tragar rápido cada bocado porque si no se te quedaba en los
dientes pegado, casi casi como la comida que se le da a las gallinas ahora.
Y esto es todo lo que puede recordar un niño de 5
años acerca de la Guerra
Civil.
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