Testimonio de Ángeles Burró Pueyo, nacida en Almudévar el 1 de abril de 1935 y colona de Valsalada, pueblo de colonización creado en la época franquista.
A finales de los 50, los padres de mi marido nos
compraron unas tierras destinadas a personas jóvenes que se fueran a casar o
recién casadas. Eran lotes formados por siete hectáreas de tierra, 2.000m2
de huerto, una casa y una vaca preñada. Para mantener el lote tenía que estar
habitada la casa, por lo que los padres de mi marido y él mismo estuvieron
viviendo allí, en malas condiciones, durante un año hasta que nos casamos. Yo
guardaba cierto arraigo por Almudévar, donde había vivido siempre. En Valsalada
no había tiendas y las casas tenían lo mínimo. Había luz pero durante 10 años no
hubo agua corriente. Llevaba el agua a casa, haciendo viajes y viajes, con
pozales desde una acequia. El pueblo se comunicaba con Almudévar mediante un
autobús que iba por las mañanas por varios pueblos y volvía por las tardes.
Todos los años, después de la cosecha, venían
a cobrar la parte correspondiente. Había que pagar en 20 años y devolver una
ternera preñada.
Las
tierras eran malas, llenas de sal y de piedras. Hubo que trabajar y sembrar la
tierra durante 5 años, hasta que empezaron a ser productivas. Las piedras de
yeso se sacaban a mano y se vendían a 50 pesetas el metro cúbico. Mi marido
tenía también que trabajar fuera, para poder comer y subsistir, y para
conseguir labrar nuestras tierras iba a labrar para otro, el cual le dejaba el
tractor 1h por cada jornada trabajada.
Los
terneros que teníamos de la vaca que nos dieron los vendíamos, y las terneras
nos las quedábamos para obtener leche. Con lo que sacábamos de vender la leche
a la central lechera RAM, comprábamos gallinas. En el corral criaba conejos,
patos, pavos, gallinas, algún cordero y cerdos. También ordeñaba, limpiaba y
daba de comer y beber a las vacas (30/40 pozales desde la acequia).
Además
del control de la cosecha, el Mayoral, venía una vez al año a las casas para
revisar los animales que teníamos y pagar por ellos. Yo mentía sobre lo que
teníamos ya que era para comer y me parecía una injusticia tener que pagar por
ello.
Aparte
de llevar la casa, la educación de nuestros hijos y cuidar a los animales
también me tocó coser para otros, trabajar en el huerto y en el campo y
aguantar el desprecio de los habitantes de los pueblos más grandes hacia los
colonos. Mi marido siempre dice “yo trabajaba mucho, pero mi mujer mucho más”,
pero la realidad es que los dos trabajamos muchísimo, de día y muchas veces
también de noche.
Casi
todo el dinero que obteníamos se invertía en maquinaria para aumentar la
productividad de nuestras tierras y tras 15 años muy duros comenzamos a mejorar
nuestra situación. Ahora estoy contenta porque hemos conseguido salir adelante
y ofrecer a nuestros hijos una vida mejor.
Durante
el régimen franquista, de 1939 a 1970, existió el Instituto Nacional de
Colonización (I.N.C.). Fue creado tras eliminar todo rastro de reforma agraria
republicana y después de conseguir que las fincas ocupadas durante el “gobierno
rojo” volvieran a manos de sus antiguos propietarios.
El
modelo planificador de la colonización, en un principio, era solo productivista
sin atender a la reforma de las estructuras de propiedad, a la ordenación
territorial y a las estrategias comarcales de desarrollo. Tras una etapa
reaccionaria, adoptó una orientación más reformista y apareció un colectivo de
pequeños propietarios que realizaron fuertes inversiones de trabajo y capital
en sus explotaciones de tierras salitrosas y esteparias. Esa acción de los
colonos (con gran importancia del trabajo femenino) acabó siendo la clave de
las transformaciones agrarias, y de la formación de comunidades con formas
peculiares de vida social e identidad propia.
NURIA CALABAZA 4ºB
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